Por Gabo
A simple vista puede parecer que estos tres temas no tienen nada en común. Sin embargo, no es así. La formación profesional que recibimos en la Facultad de Ciencias -así como en otras áreas del conocimiento y en otros niveles educativos- tiene una relación directa con la grave crisis ambiental que nos tocó vivir.
La destrucción ambiental provocada por las relaciones económicas de producción existentes (como la superproducción, el consumo desmedido, la preferencia por la ganancia que por garantizar la sustentabilidad, o la misma visión inculcada desde que somos pequeñas y pequeños en el sentido de ver a la naturaleza como “recursos naturales” para el humano, y no como nuestro “medio ambiente” con derechos de existencia fuera de las necesidades de las empresas) es producto y responsabilidad de los contenidos de los programas de cada carrera y/o de las líneas de trabajo que se promueven en el espacio docente y de investigación.
Cuando en 1929 el movimiento estudiantil que recorrió toda Latinoamérica desde Córdoba, Argentina, hasta México, le dio el carácter de “Autónoma” a la UNAM, esto significaba que el gobierno del país no podía tener facultades para interferir en los procesos de enseñanza e investigación en las universidades. Sin embargo, casi un siglo después nuestra autonomía no imaginó que frente a quien se tenía que proteger de su injerencia era frente al Mercado -a las empresas productivas o de servicios (como el “turismo”)- que requiere que las y los jóvenes que se forman profesionalmente lo hagan con conocimientos que satisfagan sus intereses.
La humanidad en su conjunto -y particularmente quieres vivimos en las regiones, países o ciudades más pobres y precarizadas- está viendo las consecuencias de esta política educativa. Todavía hace algunas décadas había “científicos” que trataron de refutarlo. Hoy es sencillamente innegable.
¿Dónde se discute y dónde se decide el contenido de los programas de estudio que día a día nos son enseñados en las aulas, laboratorios y prácticas de campo? ¿Dónde se discute el papel que la Universidad debe desempeñar frente a las necesidades sociales?
La legislación de la UNAM reconoce que ésta tiene diferentes órganos de gobierno, de los cuales algunos se tildan de ser “democráticos” porque se puede tener cierta representación estudiantil en ellos mediante el “voto”; los Consejos Técnicos, el Consejo Universitario y los Consejos Académicos de Área. Los primeros trabajan en cada carrera y deciden sobre la contratación de profesores y la aprobación de las actividades cotidianas de cada carrera; el segundo es donde se reúnen el Rector y las autoridades de cada Dependencia, Escuela, Facultad e Institutos, así como sus representantes por alumnos y profesores (en franca minoría), y es ahí donde se aprueban presupuestos (porque la profunda discusión donde realmente se decide el futuro del dinero público no se hace en esos espacios), además de otorgar “distinciones” (Doctor Honoris Causa,
etc). Los Consejos Académicos de Área se organizan según áreas de conocimiento; a nuestra Facultad le toca participar en dos: el Área de las Ciencias Biológicas, Químicas y de la Salud (CAABQyS) y la del Área de las Ciencias Físicas, Matemáticas y de las Ingenierías (CAACFMI). El Rector de la Universidad, por ejemplo, se designa mediante un proceso de discusión de 15 notables conocidos como La Junta de Gobierno. El rector tiene grandes atribuciones respecto al papel que la Universidad juega México en la peor de sus crisis modernas. ¡No es posible que 15 personas decidan semejante proceso!
Durante el siglo XX existieron movimientos estudiantiles universitarios que cuestionaron la democracia en la Universidad, como la de 1986, o la Huelga de 1999-2000. Sin embargo, el estatuto general de la UNAM no se ha cambiado desde 1949, pese a que la Universidad y la sociedad han tenido profundos.
La Universidad es una responsable importante, como institución que produce el conocimiento social, de la Destrucción Ambiental. Las y los estudiantes organizados en la Agrupación Estudiantil ContraCorriente de Ciencias, creemos que bajo el actual diseño institucional no hay manera de que un consejero estudiante, por más excepcional o consiente que sea (en el mejor de los casos, porque generalmente NO lo son) pueda revertir las presiones que el mercado hiperconsumista genera. Es la conciencia y el análisis crítico, la ORGANIZACIÓN y MOVILIZACIÓN ESTUDIANTIL los únicos que pueden revertir semejantes presiones y hacer que las preocupaciones de todxs nosotrxs por el mundo se reflejen en los planes y programas de estudio, o en la política educativa en su conjunto. Los estudiantes en Chile son hoy el mayor ejemplo de ello.
Esto es lo que pensamos respecto a las votaciones para Consejeros de este jueves 27 y el presente proceso de designación de Rector que en nuestra Universidad se vive.
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