miércoles, 16 de marzo de 2011

Especial Boletín a Tinta Roja sobre la crisis ecológica 2



TRAS LA FARSA DE LA COP16 ¿QUÉ SIGUE?

Por una salida de fondo a la crisis climática organicémonos para luchar contra la voracidad capitalista.

La 16ª Conference Of Parts (COP 16) celebrada en Cancún concluyó el pasado 12 de diciembre a las 3:32 de la mañana con un martillazo de su presidenta, la canciller Patricia Espinosa. Los países participantes de la cumbre celebraron la aprobación por mayoría, sólo con oposición de Bolivia, de los llamados acuerdos de Cancún.

Tal como se esperaba, dichos acuerdos, lejos de plantear soluciones de fondo la crisis climática, son una gran farsa para encubrir grandes negocios de los capitalistas quienes seguirán lucrando a costa de la destrucción del planeta y la depredación de los recursos naturales.

Aún cuando se ha demostrado contundentemente que la causa del calentamiento global es la actividad económica capitalista y su lógica de acumulación infinita de ganancias, como cada año, los países más industrializados se negaron a reducir la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), causantes del cambio climático pues ello implicaría perder sus jugosos negocios y reducir sus enormes ganancias. En cambio, implementan mecanismos de mercado supuestamente para frenar el calentamiento global.

Uno de ellos, es el mercado de bonos de carbono, que fue aprobado durante la COP16. Este mercado parte de fijar un límite de emisión de GEI a las industrias. Sin embargo, si una empresa no rebasa este límite puede vender a otra su derecho a emitir.

O sea que las grandes corporaciones no dejan de producir, ni mucho menos de contaminar, “compran” su derecho de seguir emitiendo GEI, a partir de la disminución de los mismos en los países dependientes. La lógica es contaminar como siempre si en “algún lugar se deja de hacer” como si los efectos de los GEI fueran locales y no universales.

Más allá de este absurdo, el mercado de bonos de carbono se ha convertido en un gran negocio para los especuladores.En diferentes Bolsas de Valores de Países Europeos, según datos de Point Carbon 2005, en el Chicago Climate Exchange, en operación desde diciembre del 2003, el precio de los bonos de carbón ha fluctuado desde $0.90 hasta los $2.10 dólares por tonelada de CO2 (datos a junio de 2005); y en el European Climate Exchange Carbon, en operación desde abril del 2005, el precio ha fluctuado entre $6.40 y $19.70 euros por tonelada de CO2 (datos a junio de 2005).

Asimismo, para el Banco Mundial, ya resulta un jugoso intercambio comercial, por ejemplo, compra en México los proyectos de producción de Bonos de Carbono (generalmente asentados en poblaciones ejidales u originarias, a costa de la vida y la propiedad social de estas comunidades) y “acomoda” esos bonos en cualquier otra parte del mundo que “los necesite”. Detrás de este “intercambio”, se encuentran oportunos convenios internacionales entre los Estados (no vinculantes para evitar problemas de cumplimiento y sanciones), y cientos de empresas consultoras que realizan los proyectos a las comunidades, para que cumplan con los requerimientos y reglas de operación que, evidentemente, se encuentran marcadas por el propio Banco Mundial.

Otro proyecto promovido por el gobierno mexicano y que también fue aprobado en la pasada COP es el Programa de Reducción de Emisiones de Carbono causadas por la Deforestación y la Degradación de los bosques (programa REDD+ por sus siglas en inglés). Consiste en dar una compensación económica por “deforestación evitada”, esto es, en un área determinada se permite explotar hasta el 90% del bosque o selva y se conceden incentivos económicos por preservar sólo el 10%. De modo que los grandes capitalistas ganan por deforestar y por dejar de hacerlo.

Su versión REDD++ concede apoyo económico por “la conservación y el manejo sustentable de los bosques”. En esta variante, los pueblos indígenas que habitan y dependen de los bosques obtendrán un incentivo para seguir conservando las áreas naturales. Sin embargo este “aprovechamiento” debe ser verificable de modo que las comunidades deberán pagar a expertos para que les indiquen lo que deben hacer con sus recursos.

La REDD es un ejemplo de que lo que se encuentra detrás del llamado “capitalismo verde” es un gran negocio: el de las nuevas empresas trasnacionales generadores e implementadoras de estas nuevas tecnologías, avaladas por los países imperialistas; el gran negocio de las empresas contaminantes (automotrices, de alimentos, servicios y otras) que utilizan el discurso medioambiental, bajo el eufemismo de Empresas Socialmente Responsable, como una forma de reducir costos mediante la disminución de líneas de producción, el despido de miles de trabajadores, bajar costos de materia prima y de la exención de impuestos por sus labores “altruistas”; finalmente, el gran negocio de los gobiernos que, a través de información privilegiada, aprovechan la coyuntura de sus puestos políticos o administrativos, para saber la “tendencia” de los negocios y apropiarse de ellos, con ayuda de sus grandes salarios.

Así quienes por años han convertido la explotación irracional de los recursos del planeta en su gran negocio ahora también pretenden convertir el “cuidado del ambiente” en fuente de riquezas.

Todas estas artimañas buscan dar aire mediante más especulación y la repetición de mecanismos de mercado, a un sistema económico de explotación, hambre, miseria y muerte.

Pero la crisis ecológica no es más que una expresión de la descomposición del capitalismo, este sistema que nació “chorreando sangre y lodo por todos sus poros” y que se sostiene ahora a costa del sufrimiento el despojo y la muerte de la mayoría de la humanidad.

Por todo ello afirmamos con contundencia que el capitalismo es responsable de la catástrofe global. La crisis que hoy sacude el norte de África, los ataques a las clases trabajadoras en todo el mundo, la hambruna, la guerra y desde luego, la devastación ambiental, son síntoma de una profunda crisis del sistema en su conjunto. Toda lucha por la preservación de la vida y del planeta es contra ese sistema. La crisis sólo podrá ser resuelta de fondo planteándonos el horizonte de superarlo y sustituirlo por una sociedad sin explotados ni explotadores. Por ello en la Agrupación Estudiantil ContraCorriente nos organizamos desde una perspectiva anticapitalista, antiimperialista y socialista.

Por una salida independiente a la crisis ecológica

En esta etapa de su desarrollo, como describió Lenin, el capitalismo se transforma en imperialismo y la producción se concentra en un sector reducido de empresas, de monopolios o truts. Tómese como ejemplo que, para 2040, se calcula que la producción mundial de alimentos estará concentrada en 5 grandes empresa una de ellas es Wal-Mart. Otro ejemplo es la empresa Monsanto que controla el mercado de semillas introduciendo especímenes con modificaciones genéticas concediéndole cada vez más control de la producción a costa del campesino pequeño y mediano que no tiene más remedio que migrar a la ciudad o al extranjero para vender lo único que le resta: su fuerza de trabajo.

Los recursos energéticos no escapan a esto. Por tanto, es fundamental terminar con el control monopólico y privado de las energías no renovables, que están además agotándose. Sin duda, el problema del uso irresponsable de los combustibles fósiles radica en que se utilizan para el interés de unos cuantos pulpos transnacionales para quienes los daños ambientales no son una prioridad como se demostró en el derrame petrolero de British Petroleum que fue una verdadera catástrofe ecológica.

En México, el intento de privatización del petróleo y la electricidad sigue avanzando. Esto deja la puerta abierta al uso anárquico y desproporcionado de los recursos, mientras se encarece el precio de los combustibles. A ello, oponemos la renacionalización de las industrias estratégicas (petróleo, gas, etc.) sin indemnización y bajo control de sus trabajadores, que junto a los usuarios discutan en comités conjuntos, un gran plan de obras públicas, para tratar de garantizar un uso racional en beneficio de la sociedad.

Sin embargo, es indispensable transitar a una sociedad que no dependa de este combustible. El uso de energías alternativas debe ser analizado, actualmente la energía generada a través de celdas solares, por ejemplo, ha quedado al servicio de los grandes capitales. En México o en países latinoamericanos, existen muy pocas o nulas empresas nacionales o sociales que fabriquen celdas solares, y mucho menos se utiliza esta forma de energía para cubrir las necesidades diarias de las poblaciones. En cambio, en España ya se logra una potencia acumulada instalada de 3,523 MW en un año, y Alemania es, detrás de Japón, el segundo fabricante mundial de paneles fotovoltaicos (cerca de cinco millones de metros cuadrados de paneles solares). De acuerdo a cifras vertidas por la Agencia Internacional de la Energía, la venta de paneles fotovoltaicos ha crecido en el mundo a un ritmo anual del 20% en la década de los 90´s.

Es decir, mientras que las poblaciones de los países semicoloniales seguimos dependiendo de tecnologías derivadas del petróleo, los países imperialistas ya han visto en el sol una materia prima gratuita, limpia e inagotable, que indudablemente disminuye costos de producción y eleva las ganancias.

Respecto a la energía eólica, es determinante el hecho de que la mayor cantidad de centrales eólicas se encuentran en Europa, principalmente en Alemania, España y Dinamarca. Mientras tanto, en México se cuenta con la central ventosa de Oaxaca, con una capacidad de 1.5 MW por año, según la Asociación Americana de la Energía Eólica (AWEA), en 1999, Alemania, EEUU, España y Dinamarca concentraron más del 80% del aumento de la capacidad eólica en el mundo. Ese mismo año, Alemania añadió 1.200 MW; EEUU, 732 MW y Dinamarca, 300 MW.

Ello demuestra que el capital ya invierte en investigación y generación de nuevas tecnologías más limpias, pero monopoliza desde su surgimiento la producción, operación y mantenimiento de las mismas.

Lo anterior por dos razones fundamentales: por un lado, no permitirá que se extinga el jugoso negocio petrolero, y por el otro, no cederá terreno de la generación de estas nuevas tecnologías, a las naciones subyugadas (argumentando el concepto de soberanía energética nacional) asegurando su continuidad de poder económico y la subordinación de países semicoloniales, para que “aprendan” a manejar las tecnologías que ellos generan y no para que la generen.

Con la Revolución Industrial y el desarrollo ulterior de la ciencia y la técnica, la sociedad contemporánea logró avances muy importantes en el usufructo y explotación de los recursos naturales, pero bajo la dominación económica y política de la burguesía, no lo hizo para garantizar el bienestar del conjunto de la humanidad. Por el contrario, la sociedad capitalista ha utilizado los avances tecnocientíficos para aceitar las ganancias de unos cuantos, mientras la riqueza se concentra cada vez más en pocas manos y la mayor parte de la población mundial no es beneficiaria de los avances médicos, científicos y tecnológicos. En la sociedad actual, la ciencias y la tecnología son patrimonio y están al servicio de los capitalistas que, lejos de invertir en investigaciones que mejoren cualitativamente la calidad de vida, gastan millones de de dólares en la industria armamentista.

Contrario a toda concepción antihumana y antitecnológica de muchas corrientes de pensamiento, nosotros consideramos que dichos avances, estos “elementos civilizatorios” del capitalismo sí pueden y deben ser ocupados en beneficio de toda la humanidad. Luchamos por poner la ciencia y la tecnología al servicio de los trabajadores y el pueblo. Por ello llamamos a los estudiantes, científicos, académicos, investigadores a luchar por poner la ciencia y la educación, el conocimiento, al servicio de los trabajadores y el pueblo empobrecido. A romper el yugo que los pone bajo las ordenes de las transnacionales. ¡Por una ciencia y técnica al servicio de los trabajadores y el pueblo! ¡Por una Universidad y una educación pública y gratuita para los hijos de los trabajadores que luche por sus intereses!

En el sistema capitalista, la clase dominante controla el Estado y sus Leyes como herramientas del dominio de clase. Por ello la lucha legal es insuficiente. Nuestro llamado es fortalecer la organización independiente que pueda enfrentar a la barbarie capitalista en las calles y junto a la clase obrera, los campesinos, los indígenas, las mujeres y todas las víctimas de este sistema.

Pues no van a ser los gobiernos de los capitalistas los que inviertan en energías alternativas ni los que nacionalicen la industria a favor de los trabajadores y los pueblos, en la lucha contra el cambio climático, es fundamental plantear el rol central que la clase trabajadora, con su métodos de lucha y por el lugar que ocupa en los medios de producción, se ponga a la cabeza de la lucha contra el cambio climático y la devastación del planeta a la que esta llevándonos este sistema explotador y anárquico. Los trabajadores son la clase social, que aliada a los millones de pobres y pueblos oprimidos del mundo, puede hacer realidad una economía planificada, basada en la expropiación de los medios de producción y su socialización y puesta en función de las necesidades de la sociedad. Una sociedad donde no exista la explotación de una clase sobre otra es la solución a la crisis climática pues permite que la Humanidad se reconcilie con la naturaleza utilizando la ciencia no para depredar si no para planificar.

Nuestro llamado es proteger los bosques, las selvas, los ríos y los lagos. Las organizaciones campesinas que están luchando por la preservación ecológica de los recursos, los pueblos originarios, las organizaciones ecologistas, de trabajadores, sindicales, políticas y sociales, debemos poner en pie un programa alternativo e independiente para luchar contra el calentamiento global y sus principales responsables, los capitalistas.

Frente a la crisis ecológica nos pronunciamos contra la barbarie capitalista, que implica enfrentar los planes del gobierno federal y las instituciones de este régimen, cuyas propuestas a esta catástrofe son más privatizaciones como el proyecto REDD++ o el mercado de los bonos de carbono.

La lucha de los pueblos de África del Norte han puesto de nuevo en boca del mundo una palabra que se creía desterrada: Revolución. Sin duda, la caída de Ben Alí, de Hosni Mubarak, la movilización de los pueblos de Argelia, Yemen y Libia; las enormes huelgas obreras en Europa contra los planes de ajuste; el alzamiento de la juventud en todo el mundo contra la precariedad, el desempleo y los ataques a la educación pública demuestran que la crisis económica despertará nuevos procesos de lucha de clases.

Ante este panorama, quienes conformamos ContraCorriente consideramos fundamental acompañar estas luchas organizándonos de forma independiente en alianza con la clase obrera y denunciando la voracidad imperialista y sus crímenes contra la naturaleza; luchando por una educación pública, gratuita y al servicio del pueblo y los trabajadores. Te invitamos a hacerte parte de este esfuerzo por poner en pie una gran agrupación pro obrera, antiimperialista y anticapitalista de la juventud. Participa de nuestros círculos de estudio y otras actividades que realizaremos durante el semestre.


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